Las etapas 8 y 9 discurren por el macizo central. Son consideradas por el Tour de Francia como etapas de media montaña. Si bien la etapa 8 con final en SuperBesse para nosotros cumple con ese calificativo, la etapa 9, con final en Saint Flour, es una auténtica etapa de montaña. 8 puertos, si bien ninguno de primera categoría, un terreno rompepiernas, con pocas bajadas y muchas subidas, desgasta mucho. Por suerte, al día siguiente tenemos nuestro primer descanso.
Aprovechamos el día de descanso para lavar las bicicletas en un lavadero de coches, comer bien, y descansar, descansar mucho. Decidimos no montar en bici. No somos profesionales, por lo que no tememos perder algo de ritmo por no pedalear el día de descanso (personalmente puedo decir que sí que note el parón al día siguiente, durante las primeras horas). Las dos siguientes etapas, llamadas de transición antes de afrontar las 3 etapas pirenaicas, fueron unas de las más sencillas para nosotros. Etapas llanas, con terreno favorable, exceptuando algunas pequeñas cotas de 3º y 4º categoría. El tiempo también acompaña, con temperaturas suaves y nada de lluvia, lo que se agradece en esto del ciclismo.
El 13 de Julio, nos despertamos con la intención de completar la primera etapa “seria” de este Tour, la primera etapa de alta montaña. El día anterior consulto las predicciones meteorológicas y no son nada halagüeñas: nos espera lluvia en la segunda parte del recorrido, los 3 puertos pirenaicos. Los primeros 100 km de etapa transcurren por un terreno quebrado, con falsos llanos, en continua ascensión hacia la montaña. Lo peor está por llegar. La ascensión al primer puerto la hacemos con buen tiempo. Sin embargo, en la bajada de la Horquette d’Ancizan nos espera la niebla, el frío y la lluvia. Se hace dura, muy dura. Tiritamos, llevamos los ojos entreabiertos debido a que el viento hace que la fuerte lluvia nos golpee en la cara. Llueve a mares. La subida al Tourmalet para nosotros es un bálsamo, ya que nos permite entrar en calor. Sin embargo, en la bajada continua el infierno. La carretera parece un río. La dura subida a Luz Ardiden será el final a esta larga y dura etapa. Los cuerpos acaban bastante castigados ese día. Sin embargo, la motivación sigue intacta, más aún, acrecentada. Llevamos ya 12 etapas completadas, a buen ritmo y sin ningún percance. La etapa que completamos el día de la fiesta nacional francesa, el 14 de Julio, cuenta como única dificultad la subida al Col del Aubisque. Dura subida, aunque la etapa no supone un gran desgaste dado que el recorrido es llano y con una larga bajada para llegar a Lourdes. Este días es especial, porque contamos con la presencia de alguno de mis familiares y es la fecha señalada para que mi hermano y dos amigos se unan a nosotros.
La siguiente etapa presentaba un perfil quebrado, una verdadera etapa de alta montaña, con 6 puertos de montaña, con final en Plateau de Beille. Nuestros acompañantes afrontan esta etapa tras un largo viaje en coche, lo que hace que el final se les haga bastante duro. El ritmo que habíamos llevado en etapas anteriores se ve algo reducido de aquí al final del Tour. Sin embargo, quizás sea positivo, ya que nos permite afrontar la última parte de nuestro reto con garantías.
Dejamos atrás los pirineos para, después de un buen día de descanso, afrontar dos etapas llanas que nos llevarán al pie de los Alpes. La etapa 15º discurre por un terreno prácticamente llano, lo que nos permite recuperar las piernas. La etapa 16º también se hace bastante llevadera, incluso contando con la ascensión final al col de Manse. Salvo algunas molestias en el tendón de aquiles de Paco y algo de sobrecarga muscular en los cuadriceps de Ico, todo va sobre ruedas. Lo más importante es que mentalmente seguimos bien, con una fuerte motivación. Los mensajes de apoyo que nos llegan desde España por parte de familiares, amigos y seguidores de nuestro blog, suponen una fuente de motivación extra.
Martes 19 de Julio. Amanece el día bastante cubierto. Etapa 17: Gap-Pinerolo. Sobre el papel, la etapa no es excesivamente dura. Sin embargo, la lluvia y el frío convertirán las 4 primeras horas en una de las más duras de nuestro Tour, exceptuando la etapa del Tourmalet. Pasamos mucho frío ya que llovía con gran intensidad, hacía 10º de temperatura y no llevábamos la ropa adecuada. Por suerte pudimos cambiarnos de ropa y, tras cruzar la frontera italiana en el alto de Montgènevre, la situación cambió y salió el sol. Gracias a los coches de apoyo y los amigos que vinieron a visitarnos la dura jornada se hizo más llevadera. La ilusión por llegar a París seguía intacta.
El miércoles 20 de Julio nos esperaba la que sobre el papel era una de las etapas más duras del Tour. 3 puertos de montaña, todos superando los 2500 mt de altura, fuera de categoría. En esta jornada el sol nos acompañaría todo el camino...menos mal. Comenzaba la jornada con 50 km de llano, para después afrontar los 50 km de la subida al col d’Agnello. Coronamos, pasamos a Francia y bajada para afrontar la subida al Col d’Izoard. Subida de 14 km, con rampas no excesivamente duras. En ese momento, viendo que la hora se nos echaba encima, nos adelantamos a nuestros acompañantes que posteriormente se subirían en el coche, para afrontar la rápida bajada del Izoard y los 23 km del Lautaret y los 8 finales del Galibier. Subimos a muy buen ritmo el Lautaret, para no llegar demasiado tarde. Aún así, no podemos evitar el frío tremendo que pasamos bajando el Galibier, ya que no dejaron a nuestro coche completar esos últimos 8 km. Nos bajamos de las bicicletas tiritando y pasaron bastantes minutos hasta que entramos en calor dentro del coche con la calefacción a tope. Vivíamos momentos duros de nuestra aventura, pero merecía la pena ya que significaba que habíamos completado la etapa más dura de los Alpes.
En mi caso, más que físicamente, noté más el cansancio mental, por estar tantos días fuera de casa, por los traslados en coche, por cargar y descargar las bicis y maletas, por las pocas horas de sueño. Todo esto era algo con lo que no contábamos cuando entrenábamos. Entrenamos para estar bien físicamente, pero no para prepararnos para los viajes, para ir incómodos en el coche, con las piernas flexionadas durante 1 o dos horas después de 7 horas de bicicleta. Aún así, nada impedía mantener la ilusión, las ganas de subirnos en la bicicleta para completar una etapa más.
La contra-reloj de Grenoble fue un mero trámite, un momento para disfrutar de la bicicleta en compañía de mi hermano y nuestros amigos. Importante decir que ellos completaron casi 1000 km en una semana!. Nos esperaba después un largo traslado de 6 horas en coche hacia París. La última etapa suponía la culminación de nuestra aventura, nuestro reto particular. La etapa transcurría por las calles de la periferia de París, para finalmente llegar a los Campos Elíseos. Sensación difícil de expresar cuando nos acercábamos, cuando vimos el Obelisco y el Arco del Triunfo al fondo. Yo ya conocía París, pero mis dos acompañantes de aventura no, por lo que estoy seguro que para ellos fue incluso más especial. Mala suerte que el tiempo no acompañara y una vez más terminamos bastante mojados. Pero ya no nos importaba. Habíamos completado nuestro reto, nuestro sueño, nuestra ilusión.
En mi caso, más que físicamente, noté más el cansancio mental, por estar tantos días fuera de casa, por los traslados en coche, por cargar y descargar las bicis y maletas, por las pocas horas de sueño. Todo esto era algo con lo que no contábamos cuando entrenábamos. Entrenamos para estar bien físicamente, pero no para prepararnos para los viajes, para ir incómodos en el coche, con las piernas flexionadas durante 1 o dos horas después de 7 horas de bicicleta. Aún así, nada impedía mantener la ilusión, las ganas de subirnos en la bicicleta para completar una etapa más.
La contra-reloj de Grenoble fue un mero trámite, un momento para disfrutar de la bicicleta en compañía de mi hermano y nuestros amigos. Importante decir que ellos completaron casi 1000 km en una semana!. Nos esperaba después un largo traslado de 6 horas en coche hacia París. La última etapa suponía la culminación de nuestra aventura, nuestro reto particular. La etapa transcurría por las calles de la periferia de París, para finalmente llegar a los Campos Elíseos. Sensación difícil de expresar cuando nos acercábamos, cuando vimos el Obelisco y el Arco del Triunfo al fondo. Yo ya conocía París, pero mis dos acompañantes de aventura no, por lo que estoy seguro que para ellos fue incluso más especial. Mala suerte que el tiempo no acompañara y una vez más terminamos bastante mojados. Pero ya no nos importaba. Habíamos completado nuestro reto, nuestro sueño, nuestra ilusión.
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